La Banca a lo largo de los años ha intervenido en muchas
guerras siendo así la financiadora principal.
Por ejemplo, en la revolución rusa de 1917, Trosky, un judío
que fue uno de los personajes más importantes de la revolución bolchevique, fue
ayudado desde los Estados Unidos de América, por el secretario del Tesoro y por
el coronel House, que era la persona que ejercía como “presidente” dominando al
que había en la época. Estos le proporcionaron dinero y permitieron que se
llevase a miles de personas a Rusia.
Otro personaje de gran importancia en la revolución rusa,
Lenin, que será el presidente desde 1917 hasta 1924, fue ayudado por la banca
Rockefeller, que le proporcionó grandes sumas de dinero destinados a la compra
de armas.
Otra gran intervención de los bancos, y creo que la más
inoportuna, fue la de la Primera Guerra Mundial. Los bancos estadounidenses
habían financiado a Inglaterra en la guerra, y en el curso de la guerra no
quedaba muy bien definida como ganadora ante la gran resistencia alemana. Por
lo tanto, los bancos estadounidenses presionaron al presidente para que
interviniera en la guerra, ya que, si Inglaterra perdía, la cantidad de dinero
prestada no sería retornada.
Muchos historiadores dicen que si Estados Unidos no hubiese
intervenido en la guerra, los aliados y las potencias centrales hubieran
llegado a un acuerdo de paz, por tanto, no se habría producido el Tratado de
Versalles ni el sentimiento de humillación alemán y la posterior oleada de
fascismo que conducirían a la Segunda Guerra Mundial.
Aquí podemos comprobar como la banca genera los conflictos a
su antojo y se aprovecha de situaciones extremas para el beneficio propio. Esto
lo permite el sistema y, como ya he mencionado muchas veces, se necesita un
cambio de este.
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